Inopinancias, 10: El último muerto

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Un conservador debería morir al nacer, claro, y llevarse con él a su madre, por supuesto, todo lo cual no haría más que agregar un grado mayor aún, si cabe, de coherencia a su empezar terminando. Y es que cada cosa de la que pueda renegar un conservador, cada cosa que quiera conservar pura y virgen de las perversiones del cambio social y su horda de insaciables; todo ello fue, alguna vez, revolución y quiebre con el pasado: fue ruptura. Así, el deseo de un conservador no puede ser más que esto: «Quiero detener el tiempo y que mis revoluciones sean las últimas para que, cuando me vaya a mis gusanos o a mis dioses, ya nada más pase que valga la pena». Ser conservador no es más que la incapacidad de resignarse a la muerte.

Una respuesta to “Inopinancias, 10: El último muerto”

  1. buenisimo!

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